Todas tenemos un camino propio, que varía enormemente de unas a otras. Hoy te traigo un cachito del mío, que comenzó hace ya casi 8 años.
Una de las herramientas en las que me apoyé fue la fotografía. Gracias a ella me acerqué al autorretrato, y descubrí una manera de trabajar que me pareció fascinante.
Hay otras herramientas de las que te hablaré a lo largo de los siguientes capítulos, pero hoy quiero presentarte la más íntima de todas. Con la que cualquiera de nosotras puede trabajar. Así que si te animas a ello, no te olvides de contármelo. Me encanta leer tu historia y compartir juntas un cachito de este camino.
Lo primero que despierta el autorretrato en nosotras es rechazo. Salir en las fotos no es cosa fácil, pero si además tenemos que hacer el doble trabajo de hacer y salir en la imagen, la cosa se complica más.
Si estás por aquí, seguro que la fotografía te gusta, y en mayor o menor medida, eres aficionada y te disfrutas de hacer fotos. Pero ponerse frente al objetivo pueden parecer palabras mayores.
Si no te has enfrentado nunca a la cámara, te animo a que lo hagas. Verás lo revelador que es. Deja que fluya delante del objetivo, sólo estás tú, no tiene por qué ir más allá. Disfruta y suelta todo aquello que aparezca en ese instante.
Si es tu momento, y quieres indagar más en esta herramienta, te invito a que te suscribas a mi boletín, porque pronto habrá una nueva edición de este taller en el que unas pocas mujeres nos juntamos para jugar y descubrirnos a través de la cámara.
Es un viaje fascinante.
Nos vemos la próxima semana ♥