Puede que el título del post haga que te explote la cabeza por un segundo: ¿cómo puede ser que, si no sabes algo, te de miedo a hacerlo mal?
Pues puede ser, vaya que si puede.
En muchos casos, el sistema educativo nos deja una marca bastante profunda sobre nuestra forma de enfrentarnos al aprendizaje. El miedo a cometer errores nos hace viajar a las clases donde lo importante era la nota, ser mejor (la mejor) sin importar tus múltiples capacidades, el camino que se recorría o los miles de logros y aprendizajes secundarios que hacías por el camino.
De esta forma, es habitual que cuando llegamos a adultas, nos enfrentemos a los aprendizajes desde el miedo. Y es duro y triste. Porque, cuando te acercas a aprender sobre algo, lo que menos se debería de esperar, es que sepas hacerlo. Pero así funcionamos, y el miedo al error, al juicio y al ridículo, nos asalta y en muchos casos, nos paraliza.
Estos días, además de acompañar a mi hijo en el inicio del curso, también estoy acompañando el inicio del curso en la Comunidad F de muchas mujeres. Y no dejo de encontrarme esa misma sensación de miedo a equivocarnos, a que nos juzguen y a no saber hacer las cosas.
Me encantaría poder hacer llegar a todas las que estáis leyendo este texto, un poco de fuerza y seguridad para enfrentarnos a los nuevos aprendizajes y la convicción de que tenemos derecho al error y que nadie (nosotras incluidas) nos castigue por ello.
Aprender desde la comparación y buscando resultados estandarizados, puede desarrollar en nosotras una serie de actitudes, que al enfrentarnos al aprendizaje de algo nuevo, nos trae como resultado miedo y bloqueo.
3 actitudes con los que me encuentro cuando acompaño el aprendizaje.
- Creernos peor que los demás:
Una de las frases que más escucho cuando va a dar comienzo el reto de agosto es: “no sé si estaré a la altura”. Seguida de: “no me apunto, porque hay mucho nivel”.
Lo mismo pasa cuando comienza alguno de mis talleres. La duda nos asalta por todas partes, vacilamos a la hora de participar en actividades que nos hacen felices y nos sientan bien, porque centramos la atención en mostrar y llegar a algún punto que nos parece inalcanzable, pero solo para nosotras. Porque tenemos más confianza en las capacidades del resto de personas que en las nuestras.
La mayoría de nosotras nos sentimos pequeñitas. Inevitablemente nos comparamos con el resto, y eso nos genera impaciencia por ver resultados y ansiedad y mucha frustración cuando no obtenemos lo que teníamos en nuestra cabeza.
- Ansiedad e impaciencia:
Como decía en el punto anterior, al inicio de cualquiera de mis formaciones, encuentro toneladas de ansiedad. Es normal por una parte, estamos expectantes, necesitamos conocer el espacio, a las personas que estarán con nosotras, etc.
Pero esto se puede convertir en un problema cuando continúa en el tiempo y cuando tenemos que enfrentarnos a poner en práctica lo que se nos propone. Si alguien comparte una imagen en el taller antes que nosotras, inevitablemente comenzaremos a pensar que es mejor que la nuestra, compararemos, de nuevo, su trabajo con el nuestro. Y buscaremos la aprobación de otras personas para poder compartir una imagen. Se nos olvida que estamos en ese espacio para aprender, y que no saber es lo natural.
Además, comenzaremos a ponernos nerviosas, porque los resultados que obtenemos no son los que queríamos, y comenzaremos a ser presas de nuestras expectativas.
Todo esto nos generará, posiblemente, bloqueo.
- Bloqueo y estancamiento en el aprendizaje y la creatividad.
No ocurre siempre, pero lo he visto demasiadas veces.
Crearnos ciertas expectativas sobre los resultados que esperamos de nosotras mismas, nos genera un bloqueo importante. La ansiedad es enemiga de la creatividad.
Dejar que fluyan las ideas o los conceptos aprendidos, es más sencillo si lo hacemos desde la calma. Pero esto no es una tarea sencilla de llevar a cabo cuando tenemos interiorizado que se va a esperar de nosotras que sepamos hacer las cosas de una determinada forma.
- Pérdida del disfrute durante el proceso de aprendizaje.
Y todo esto, inevitablemente, nos lleva a perder el disfrute de aprender. Recuerdo que en cuanto dejé atrás la formación reglada, descubrí que aprender me encantaba, incluso aprender sobre materias que en el instituto llegué a aborrecer.
Muchas veces me pregunto qué sentido puede tener aprender fotografía si no es para disfrutar, para ser más feliz o para hacer algo que te gusta. La fotografía es una actividad totalmente lúdica, que hacemos por gusto. Y es necesario no perder el objetivo de nuestro interés: disfrutar de ella.
Lo que a mí me sirvió cuando me enfrenté al aprendizaje de la fotografía.
“Si no estás preparado para equivocarte, nunca llegarás a nada original.”
Ken Robinson
Cuando estamos aprendiendo algo nuevo es porque no sabemos hacerlo. Y saldrá mal, y cometeremos errores. No puede ser de otra manera.
Pero, si en vez de enseñarnos que el error es algo indeseable, nos mostraran que el error es el proceso de aprender, sería mucho más fácil atravesarlo y enfrentarnos a él. Lo viviríamos como parte del camino.
Y llegadas a este punto, ¿qué podemos hacer?
Te quiero compartir algunas de las cosas que a mí me sirvieron cuando me enfrenté al aprendizaje fotográfico (camino que no ha terminado, porque de aprender, nunca se acaba).
- Buscar tu motivación para aprender fotografía. Tenla presente cuando te invada la seguridad.
- Darte cuenta de que lo más importante para que el aprendizaje suceda ya lo tienes: interés.
- Disfrutar del camino. Es lo mejor que puedes hacer cuando te enfrentas a un nuevo aprendizaje. Todo será nuevo y emocionante, cada pasito cuenta y será un gran logro.
Ojalá que en algún momento el sistema educativo nos muestre que aprender es mucho más que seguir normas y memorizar para luego olvidar.
Mientras tanto, tendremos que cuidar de nosotras, y permitirnos equivocarnos.
Feliz semana, y feliz aprendizaje.