Por estas semanas se cumplen 11 años de mis inicios en la fotografía, y de realizar por fin, esas fotos que quería hacer a mi hijo. Por supuesto el resultado deseado no llegó de inmediato: constancia y mucha práctica fueron necesarias para llegar a conseguir las fotos que deseaba.
Como muchas de las que estáis por aquí, mi motor principal para adentrarme en la fotografía fue mi hijo, y mi objetivo principal, por aquel entonces, era hacerle mejores fotos. Tener un álbum familiar bonito y que refleja nuestra familia de una forma fiel.
Si tú también estás en este punto, te invito a que te quedes por aquí, porque durante las próximas semanas vamos a hablar de nuestro álbum familiar, ese que vamos a crear nosotras con nuestra familia, y de algunos aspectos que, personalmente, se me hacen muy importantes para conseguir lo que queremos. Pero antes de nada: ¿Qué es lo que queremos?
¿Por qué hacemos fotos?
Internet nos ha aportado innumerables cosas positivas. Una de mis favoritas es la cantidad de información que tenemos a nuestra disposición. Es maravilloso, claro. Pero también esconde un pequeño problema: podemos saturarnos, perdernos o abrumarnos ante tanto contenido, inspiración, referentes… Suele ser habitual que no consigamos enfocarnos o perdernos en los porqués de otras personas.
Por eso pienso que es muy importante que tratemos de reducir el ruido alrededor, y pensar en nosotras por un momento. Porque aprender a hacer fotos es relativamente sencillo. Hay una teoría y es la misma para todas las personas. Pero lo que va a hacer la diferencia y lo que realmente enriquece tus fotos es tu por qué. Si partes desde ahí va a ser mucho más sencillo y sobre todo hará que no te tropieces todo el tiempo con la frustración.
Así que, antes de nada, te lanzo la pregunta: ¿por qué quieres hacer fotos a tus criaturas?
Es importante que desarrolles esta respuesta. Bucea activamente en tus razones. Escríbelas en un cuaderno, tómate tu tiempo y trata de ahondar lo máximo que puedas.
Si sabes qué es lo que quieres conseguir, es más fácil que llegues hasta ello.
3 recursos para trabajar de forma consciente sobre tus fotografías de familia.
Coge una libreta y escribe en ella algunos conceptos que se te vengan a la cabeza de tu infancia/adolescencia y que te guste recordar. Puedes ponerte música que te ayude a evocar esos momentos, pero lo importante es que te tomes un tiempo para entrar en la idea y conectar un poco con los recuerdos. No te bases en nada visual, porque eso lo haremos después.Recopila anécdotas, o listas de palabras, lugares, etc.
Vuelve a un lugar del que tengas recuerdos en tu infancia y quieras retomar. Puedes ir sola, con tu familia actual, y si tienes la gran suerte de regresar con tu madre/padre/hermanos, pues ya sería una maravilla. ¿Cómo has encontrado el lugar? ¿lo recordabas así? Anota todo lo que te ha hecho sentir ese sitio y lo que recordabas de él.
Mira tu álbum de fotos de la infancia. Rescata tus recuerdos, ahora sí de forma visual, mucho más gráfica. Esto te va a proporcionar un viaje increíble por tu infancia. Recordarás hasta los olores. Anota emociones que te despierta, sensaciones, recuerdos, historias…
Puedes hacer todas las ideas, una de ellas, combinarlas como creas… lo importante es despertar lo que significó para ti tu infancia, esos recuerdos que guardas con más cariño y tener presente eso que quieres también para tus criaturas. Y ese será tu objetivo principal, la raíz de tus fotos, de tu mirada hacia su propia infancia.
Hacer click desde ese lugar te va a garantizar una experiencia fotográfica mucho más rica, emotiva y que perdurará en el tiempo.
La próxima semana continuamos hablando de tu álbum de familia y de cómo conseguir fotos que atesoren tu por qué, para asegurarte un testimonio fiel de tu forma de entender tu vida en familia.
Últimamente adoro los días normales. He tenido tantos sobresaltos en los últimos meses que cuando siento la normalidad colándose en mi casa, no puedo dejar de sonreír. Yo, que he sido (y en el fondo sigo siendo) una díscola ante las rutinas, las normas, lo común. Ahora disfruto de ver cómo los días pasan y todo sigue igual que ayer. Me estoy haciendo mayor.
Fotográficamente hablando, siempre me han encantado las cosas corrientes. Esas que nos pasan desapercibidas por normales y cotidianas, pero que esconden una belleza enorme si les prestamos un poco de atención. Puede que en el fondo siempre haya adorado lo común, y ahora la vida me ha dado razones para abrazarlo con fuerza.
Rutinas que no cambian
Hay cosas que por más años que pasen, siguen igual. Cocinar, atender la casa, recoger, asearse… son labores poco extraordinarias. Pero si les prestamos más atención de lo habitual, seremos capaces de ver toda la belleza que encierran.
Documentar nuestro día a día, y no solo los momentos más «especiales». De eso va mi trabajo, eso es la fotografía documental. Trata de los que vivimos en la misma casa. De lo que se comparte en el mismo espacio: las rarezas, las sonrisas y por qué no, también las lágrimas. ¿Y qué hay más nuestro que las rutinas?
No todo va a estar lleno de glamour, ni todos los días hacemos actividades emocionantes. Pero la verdadera belleza está ahí, en el día a día. En querernos hasta cuando no nos soportamos. En acompañarnos en nuestras rutinas y seguir valorando la belleza que hay en ella y en nosotros aunque estemos despeinados y en pijama.
Esos momentos caseros que cuando salgan a estudiar fuera, echaremos de menos hasta envolvernos en melancolía. Esas caritas al despertar, y sus abrazos en la cama. Ese olor a recién levantado. Esas manitas tratando de vestirse, ponerse la camiseta o atarse un zapato. Esas primeras veces de hacerse el desayuno o la cena. Esa cara de satisfacción por hacerse mayor e independiente. Esas pequeñas cosas que nos hinchan el pecho hasta sentir que va a explotar porque no nos cabe más amor dentro. Esas actividades que repetimos hasta la saciedad, son de las que se componen nuestras vidas en común y las que un día, echaremos de menos.
A veces me gusta viajar en el tiempo. Imaginar cómo será nuestra vida dentro de unos años. El Señor Bajito de adolescente, con su melena al viento, jugando partidas de rol interminables con sus colegas… Ah, no calla! Si eso es ahora mismo, el presente. Menos por lo de adolescente, que todavía nos quedan unos años.
Lo que sí me gusta de verdad es volver la vista a tiempos pasados. Coger fotografías de hace años, y viajar nítidamente por las historias que nos regaló la vida. Me fascina esa capacidad que tenemos de volver a un momento concreto con tan solo una imagen. Recordar detalles, sensaciones, sonidos e incluso olores.
Por eso me he lanzado a crear una nueva sección en el blog: Recuerdos de una foto.
Cuando me pegue la morriña, bucearé por mi archivo, y esa foto que me haga pararme, la compartiré contigo aquí, en el blog. Y te contaré su historia. A veces me iré más lejos en el tiempo, y otras me quedaré más cerca. Además, si quisieras participar de esta sección, me harías muy feliz. Si te apetece compartir tu historia conmigo y con el resto de lectoras, te invito a que compartas tus fotos en Instagram con el hashtag #recuerdosdeunafoto y que me etiquetes @rebecalopeznoval, para poder leer tu historia. Seleccionaré aquellas que me cautiven y las compartiré aquí en el blog. La idea es crear un álbum de recuerdos, de historias vividas. Esta iniciativa nace de uno de los temas del reto de agosto del pasado año, que tanto gustó. Así que espero que me acompañes y que podamos disfrutar de tus historias. ¡Te espero en Instagram ♥!
Cuando eres mala madre
Esta foto es de diciembre del 2013. Seis añitos de nada han pasado desde ese día en el que me sentí mala madre XD. Desde luego he tenido otros momentos, pero ninguno tan épico como este.
Recuerdo perfectamente que decidimos irnos a la nieve, a disfrutar de tirarnos con el paipo a modo de trineo, de rebozarnos en el frio y tirarnos bolas de nieve. Lo preparamos todo, y nos fuimos felices como perdices a disfrutar de un día en familia. Nos acompañaban mis padres también.
Y recuerdo perfectamente la sensación de mala madre al abrir el maletero, y ver que no habíamos metido la chaqueta del Señor Bajito. A la nieve sin abrigo, sí amiga. No sé cómo se sentiría el padre de la criatura, que en realidad es tan responsable de estas cosas como yo, pero yo me sentí fatal. Y si le veis muy abrigado en la foto es porque yo le puse mi chaqueta (la más pequeña de todos los que estábamos allí). Pero tranquilas, yo también me pude abrigar, porque mi padre decía que no tenía frio y me dio su chaqueta XD.
Cada vez que veo esta imagen me parto de risa. Y os prometo que nunca más se me ha olvidado meter la chaqueta.
La parte buena: esta foto. Una de mis favoritas de todos los tiempo. La tengo en casa, puesta en el salón. No sé si me gusta por la historia o por la imagen en sí. Pero me encanta.
Y aunque esto fue lo más anecdótico de ese día, recuerdo también sus risas en la nieve, sus «¡¡otra!!», para tirarse de nuevo en trineo. Os dejo con una foto donde podéis deleitaros con el outfit completo XD
¿Tú has tenido algún despiste de este tipo alguna vez? Dime que sí, por favor. No me dejes sola en esto XD
¡Cuántas veces habré subido al pico Dobra con mi familia! La última vez el Señor Bajito tendría unos 4 años.
Fue mi primera cumbre, la primera de mi hijo, y la primera de mis sobrinos. Parece que estamos hablando ya de una costumbre familiar.
Hace unas semanas, antes de la llegada de la Navidad, subimos toda la familia a disfrutar una vez más de este paisaje que tiene unas vistas interminables de nuestra ciudad, pero también de buena parte del interior y de la costa Cántabra. Y además descubrimos una nueva ruta.
Al Dobra por Las Presillas
Acostumbramos a subir por la zona del pueblo de La Montaña. Es una camino precioso, pero es más largo y costoso. Así que en esta ocasión, para descubrir una nueva vía de acceso, y para beneficio de los más pequeños, accedimos al pico por la parte del pueblo de Las Presillas.
De esta forma, puedes dejar el coche casi a los pies del pico, ya que hay una carretera estupenda para acceder. Y entrar directamente en terreno del que gusta caminar. Tierra, árboles, piedras para escalar, saltar o esconderse… toda una aventura nada más comenzar a caminar.
El paisaje que nos encontramos fue un tanto desolador al principio. Unos días antes habíamos tenido días de muchísimo viento y lluvia. Y muchos de los árboles allí plantados, habían caído como consecuencia.
Árboles caídos sobre el mismo camino, y otros que estaban junto a él. Muchos aún en pie, sí, pero varios más con riesgo de caída en un siguiente temporal no tan fuerte.
Por lo demás, una ruta muy corta y fácil para hacer con niños muy pequeños. El más pequeño del grupo tenía 3 añitos, y se hizo el paseo encantado.
Ruta ideal para toda la familia y sin madrugar
Me parece un plan perfecto para esos días que te levantas tarde y no sabes muy bien en qué dar. El acceso en coche es muy cómodo, y el paseo lo puedes hacer en un par de horas, yendo despacito y disfrutando con los más pequeños de la casa. Puedes llevarte un bocata y comer en la cima (si no hace mucho viento), o bajar un poco y comer en un zona más resguardada.
Incluso si te apetece, y los días no son excesivamente cortos, puedes hacer la ruta después de comer.
En nuestro caso, comenzamos a caminar a eso de las 11.30h , y a las 14.00h estábamos ya en Las Presillas tomando un café. Comimos después de subir hasta la cima, un poco más abajo de esta para que no nos molestase el viento.
Aquí casi al completo, (falta mi hermano que está haciendo la foto) en nuestra épica llegada a la cima. Aunque no lo parezca por la foto, somos una familia medio normal. Y mi padre, aunque disimula con el bastón, las gafas y la mirada al infinito, en realidad ve perfectamente XD
Te dejo con un vídeo con muchas fotos del paseo. Y como te digo, te lo recomiendo.
¡Ah! Varias personas que han visto el vídeo en los markets que realicé estas navidades, me preguntaban si haría una sesión de familia en la montaña. Al Himalaya no me animo todavía, pero si sois montañeros, y os apetece tener fotos de un día como este, por supuesto, me apunto con vosotros a una ruta chiquitita y fácil (que las cámaras pesan mucho XD)
Cuéntame aquí tu propuesta, que ya estoy preparando los víveres 😀
El 2019 nos ha pasado por encima a mí y a mi familia (y aquí entra la de sangre y la que hemos elegido con los años). Ha sido un año feo, el peor que he vivido en mis 38. Y terminarlo me ha ha hecho enfrentarme a un conjunto de emociones y sensaciones no vividas hasta la fecha. Por una parte quería dejarlo atrás, y por otra me aferraba a él. Porque dejarlo marchar era otra despedida, era dejar pasar más tiempo y finiquitar un año en el que conviví con seres a los que quise mucho y ya no están.
Pero este 2019 también me ha dejado otras cosas, aunque cueste verlas entre tanta lágrima. Y una de ellas ha sido la de poner en valor (más aún) la fotografía. Gracias a ella también puedo volver a recordar todos esos momentos maravillosos que he vivido con todos los seres que quiero. Y aunque un poco tarde, hoy hago un pequeño resumen de algunos momentos memorables de este año que ya ha terminado.
Prepararse para la despedida
El año empezó fuerte. A mi padre lo diagnosticaron con una enfermedad de corazón, y alguna otra cosa que podía ser todavía más preocupante que una cardiopatía.
Miedo, incertidumbre y tensión ante la espera de una operación muy complicada con resultados inciertos. Hablar con mi hijo de todo esto fue mucho más sencillo de lo que imaginé. Pero el miedo y la preocupación también estaban en él. Que con sus 9 años de entonces, se enfrentaba por primera vez al «¿y si no sale bien?».
Pero salió muy bien, mejor de lo que podía esperarse.
Durante esos días, fotografié a mi padre en todo el proceso en el hospital. La cámara siempre me ayuda a procesar la información que veo. Y hoy agradezco infinito tener esta foto: el reencuentro de abuelo y nieto.
Todavía en el hospital, y con mucho esfuerzo, llegó a la sala de espera para poder abrazar a su primer nieto, el mayor. El hijo de su hija. Y yo tuve que reprimir las lágrimas para poder hacer estas fotos. Probablemente de las fotos más valiosas que tendré jamás.
Madre natura manda
También a principios de año, la madre naturaleza nos dejó un mensaje (uno de tantos): ella manda, y si ella quiere, nos vamos al carajo todas las personas.
Las lluvias nos dejaban inundaciones nunca vistas por aquí. Recuerdo estremecerme al asomarme a la ventana y ver pasar el rio desbordado frente a mi casa. La imagen que ves es de después del temporal, un día que visitamos una de las zonas que paseamos de forma frecuente junto al mismo rio. Bajo esa arena se esconde un carril bici, y en los árboles puede adivinarse la atura que alcanzó. Dejando en ellos una cantidad inmensa de basura que nos hemos dedicado a echarle encima, como si quisiera devolverla harta de nosotras.
No me gusta que ocurran estas cosas. Dan miedo. Pero también me gusta que la naturaleza nos ponga en nuestro sitio, porque a veces solo atendemos a grandes toques de atención. Suerte que las generaciones que viene tienen gran conciencia sobre el verdadero poder de la tierra y el de los humanos.
La revolución será feminista o no será
El 8 de marzo del 2019. Un año más, salimos a la calle para gritar todas juntas por un mundo que es nuestro por derecho. Y aunque tengo muchas fotos de ese día, me quedo con esta. No me queda nada que añadir tras ver sus miradas al ver la riada de mujeres que tomamos las calles ese día.
Los amiguis
Este año, entre todas las malas experiencias, la amistad ha triunfado más que nunca. Y aunque se conocen desde hace años, este ha sido clave para su relación.
Cuando miro esta imagen y veo esas sonrisas que llenan la foto, me emociono y mucho. Han compartido tanto juntos en los últimos meses, que aunque la amistad no les dure para toda la vida, estoy segura de que esta imagen siempre les hará sonreír y pensar que la vida con amigos es mejor. Ojalá siempre tengan a su lado a personas tan maravillosas como ellos tres.
El poder de tres
Sin duda los momentos más felices los vivimos en este viaje. Aunque envuelto en tristeza por las pérdidas que sufrimos unos días antes de marchar, celebrar los 10 años del Señor Bajito con un viaje en familia ha sido de lo mejor del 2019. Nutrirnos con nuestra presencia, disfrutarnos juntos y abrazarnos muchos. No hay nada mejor.
Un viaje a Futuroscope que además nos sorprendió encontrándonos a grandes amigos por casualidad y descubriendo una pequeña ciudad llena de regalos en forma de belleza arquitectónica, esa de la que Francia está llena. Y divertirnos sin parar durante dos días en este parque tan especial.
Aquí hay 5, pero al final han sido bastantes más momentos memorables. Gracias a la fotografía puedo volver a ellos. Y acordarme de que también pasaron cosas bonitas, que también estuve en lugares bellos y que aún puedo seguir abrazando a muchos de los que adoro.
Por un 2020 lleno de abrazos y cariño para ti y tu familia ♥
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