Últimamente adoro los días normales. He tenido tantos sobresaltos en los últimos meses que cuando siento la normalidad colándose en mi casa, no puedo dejar de sonreír. Yo, que he sido (y en el fondo sigo siendo) una díscola ante las rutinas, las normas, lo común. Ahora disfruto de ver cómo los días pasan y todo sigue igual que ayer. Me estoy haciendo mayor.
Fotográficamente hablando, siempre me han encantado las cosas corrientes. Esas que nos pasan desapercibidas por normales y cotidianas, pero que esconden una belleza enorme si les prestamos un poco de atención. Puede que en el fondo siempre haya adorado lo común, y ahora la vida me ha dado razones para abrazarlo con fuerza.
Rutinas que no cambian
Hay cosas que por más años que pasen, siguen igual. Cocinar, atender la casa, recoger, asearse… son labores poco extraordinarias. Pero si les prestamos más atención de lo habitual, seremos capaces de ver toda la belleza que encierran.
Documentar nuestro día a día, y no solo los momentos más «especiales». De eso va mi trabajo, eso es la fotografía documental. Trata de los que vivimos en la misma casa. De lo que se comparte en el mismo espacio: las rarezas, las sonrisas y por qué no, también las lágrimas. ¿Y qué hay más nuestro que las rutinas?
No todo va a estar lleno de glamour, ni todos los días hacemos actividades emocionantes. Pero la verdadera belleza está ahí, en el día a día. En querernos hasta cuando no nos soportamos. En acompañarnos en nuestras rutinas y seguir valorando la belleza que hay en ella y en nosotros aunque estemos despeinados y en pijama.
Esos momentos caseros que cuando salgan a estudiar fuera, echaremos de menos hasta envolvernos en melancolía. Esas caritas al despertar, y sus abrazos en la cama. Ese olor a recién levantado. Esas manitas tratando de vestirse, ponerse la camiseta o atarse un zapato. Esas primeras veces de hacerse el desayuno o la cena. Esa cara de satisfacción por hacerse mayor e independiente. Esas pequeñas cosas que nos hinchan el pecho hasta sentir que va a explotar porque no nos cabe más amor dentro. Esas actividades que repetimos hasta la saciedad, son de las que se componen nuestras vidas en común y las que un día, echaremos de menos.
¡Cuántas veces habré subido al pico Dobra con mi familia! La última vez el Señor Bajito tendría unos 4 años.
Fue mi primera cumbre, la primera de mi hijo, y la primera de mis sobrinos. Parece que estamos hablando ya de una costumbre familiar.
Hace unas semanas, antes de la llegada de la Navidad, subimos toda la familia a disfrutar una vez más de este paisaje que tiene unas vistas interminables de nuestra ciudad, pero también de buena parte del interior y de la costa Cántabra. Y además descubrimos una nueva ruta.
Al Dobra por Las Presillas
Acostumbramos a subir por la zona del pueblo de La Montaña. Es una camino precioso, pero es más largo y costoso. Así que en esta ocasión, para descubrir una nueva vía de acceso, y para beneficio de los más pequeños, accedimos al pico por la parte del pueblo de Las Presillas.
De esta forma, puedes dejar el coche casi a los pies del pico, ya que hay una carretera estupenda para acceder. Y entrar directamente en terreno del que gusta caminar. Tierra, árboles, piedras para escalar, saltar o esconderse… toda una aventura nada más comenzar a caminar.
El paisaje que nos encontramos fue un tanto desolador al principio. Unos días antes habíamos tenido días de muchísimo viento y lluvia. Y muchos de los árboles allí plantados, habían caído como consecuencia.
Árboles caídos sobre el mismo camino, y otros que estaban junto a él. Muchos aún en pie, sí, pero varios más con riesgo de caída en un siguiente temporal no tan fuerte.
Por lo demás, una ruta muy corta y fácil para hacer con niños muy pequeños. El más pequeño del grupo tenía 3 añitos, y se hizo el paseo encantado.
Ruta ideal para toda la familia y sin madrugar
Me parece un plan perfecto para esos días que te levantas tarde y no sabes muy bien en qué dar. El acceso en coche es muy cómodo, y el paseo lo puedes hacer en un par de horas, yendo despacito y disfrutando con los más pequeños de la casa. Puedes llevarte un bocata y comer en la cima (si no hace mucho viento), o bajar un poco y comer en un zona más resguardada.
Incluso si te apetece, y los días no son excesivamente cortos, puedes hacer la ruta después de comer.
En nuestro caso, comenzamos a caminar a eso de las 11.30h , y a las 14.00h estábamos ya en Las Presillas tomando un café. Comimos después de subir hasta la cima, un poco más abajo de esta para que no nos molestase el viento.
Aquí casi al completo, (falta mi hermano que está haciendo la foto) en nuestra épica llegada a la cima. Aunque no lo parezca por la foto, somos una familia medio normal. Y mi padre, aunque disimula con el bastón, las gafas y la mirada al infinito, en realidad ve perfectamente XD
Te dejo con un vídeo con muchas fotos del paseo. Y como te digo, te lo recomiendo.
¡Ah! Varias personas que han visto el vídeo en los markets que realicé estas navidades, me preguntaban si haría una sesión de familia en la montaña. Al Himalaya no me animo todavía, pero si sois montañeros, y os apetece tener fotos de un día como este, por supuesto, me apunto con vosotros a una ruta chiquitita y fácil (que las cámaras pesan mucho XD)
Cuéntame aquí tu propuesta, que ya estoy preparando los víveres 😀
Ya hace casi un mes que el verano nos dejó, y aunque las temperaturas por aquí todavía son altas y nos permiten ir a la playa en algunos momentos, el sol ya no calienta de la misma forma. Los días son mucho más cortos, la rutina nos pone en realidad y el saborcito del verano se queda lejos.
Aunque siempre nos quedarán los recuerdos en la memoria, siempre es mejor tenerlos guardados en formato foto, por aquello de que la memoria algún día nos fallará.
Cuando una foto te permite volver a sentir, oler y reír de la misma forma, se produce magia.
La magia de la fotografía
Hace unos días, viendo fotos con el Señor Bajito, le preguntaba si al verlas era capaz de recordar todo lo que pasó alrededor de esa imagen. Si podía viajar en el tiempo con ella y recordar y revivir todo lo que pasó cuando hice click.
Me quedé un poco sorprendida cuando me dijo que sí. No sé por qué me asombró, la verdad. Si a mí me pasa, por qué no le iba a pasar a él. Quizás porque aún lo veo pequeño, aunque supongo que siempre lo veré así…
Pero sí, la fotografía tiene esa capacidad. Él se deleitaba viendo las fotos de nuestro viaje en familia a París, y disfrutaba recordando todo lo que vimos y lo bien que lo pasamos. Recordaba la casa en la que nos quedamos, y el espacio tan bonito que tenía hasta llegar a ella. Una especie de pasillo con puertas a otros hogares y espacios comunes llenos de vegetación que caracteriza tan bien a los franceses.
También recordamos lo cansado que estaba siempre de caminar por la calles de París, pero eso se lo recordé yo, no las fotos XD
¿No te parece un milagro? Que nos pasamos la vida queriendo parar el reloj, como buenas madres que somos, y resulta que tenemos una herramienta increíble para hacerlo. Para congelarlo y dejarlo así, quieto y sin moverse. A mí me fascina, y por mucho que haga fotos, no me acostumbro.
También me pasa con vuestras fotos. Cuando realizo sesiones y las veo de nuevo al cabo de unos meses, vuelvo a ese momento, a lo genial que fue pasar ese rato juntas, disfrutar de tus pequeñas criaturas, de reír y pasear.
Ser testigo por un momento de vuestro cariño, del amor que os tenéis, de los abrazos, de los besos.
Puedo volver una y otra vez a sentir la arena bajo los pies, oír el sonido del mar, sentir el calor, y escuchar las risas.
No es magia, es fotografía en estado puro, la que llega al corazoncito. Es fotografía documental.
Las risas de una tarde de verano
Y hoy me dio por viajar al pasado 15 de agosto. Un día festivo, con mucho calor y las playas hasta arriba. Liencres, una de mis playas favoritas, donde puedes pasar horas descubriendo dunas y rincones. Playa y ría más una puesta de sol increíble.
Belén y su familia viven fuera de Cantabria, pero les gusta venir en verano para pasar unos días. Disfrutamos de una tarde preciosa, de muchos juegos, de caminar por la playa y mojamos los pies. Muchas fotos y un álbum precioso es lo más tangible, pero también nos llevamos momentos preciosos, que gracias a la fotografía quedarán para siempre.
Y hoy te traigo esta sesión tan bonita. Yo aún escucho la risa del pequeño cuando las veo, y recuerdo una sesión de boda con novia a remojo incluida que nos encontramos al atardecer.
¿Qué recuerdos tienes tú de tus vacaciones en familia?
Cuando te vas de vacaciones uno de los grandes temores es que haga mal tiempo. Sobre todo si vas al norte. Miras y requetemiras la previsión del tiempo, pero nunca puedes estar del todo segura. La maleta se llena de “porsiacasos”. Es un sinvivir.
Estamos a punto de entrar en verano y por aquí el tiempo está como una cabra. Un día hace bueno, al siguiente recula, las temperaturas no terminan de subir… ¡Necesitamos vitamina C en estos cuerpos serranos!
Pero ya podemos suplicarle al cielo, que por muy desesperadas que estemos el sol no va a salir sólo porque queramos. Así que habrá que coger el toro por los cuernos y hacer algo con esta situación. Estar preparadas en caso de que el tiempo no acompañe.
Porque, ¿qué pasa con todas las que venís a la tierruca de vacaciones y queréis haceros unas fotos de recuerdo? Claro, con este tiempo, cualquiera se la juega con una sesión en exteriores.
Aunque tras la lluvia hay una luz especial y los colores y reflejos hacen que las fotos luzcan maravillosas, en principio no es muy apetecible, ¿verdad?
Bueno, pues hoy vengo con la solución. Este verano del 2018 no te quedas sin fotos familiares de recuerdo, ¡hombre ya!
Sesiones mini de verano, bajo techo y al calor
Ya sabes que no soy de hacer rebajas en mis sesiones. Pongo mucho tiempo, trabajo y amor en ellas y no me siento cómoda aplicando ofertas a este servicio, la verdad. Pero me parece tan desesperante el clima que este verano quiero que te asegures tu foto familiar, contra viento y marea.
Así que he preparado una serie de mini sesiones en mi estudio de Suances para que las inclemencias del tiempo no sean un problema. Estaremos cómodas y secas. ¿Te apetece?
Pues continúa leyendo.
¿Cómo funcionarán las sesiones?
Tendrán una duración de 30 minutos. En ese tiempo toda la familia y esta fotógrafa jugaremos, saltaremos y nos reiremos juntos.
Los peques podrán entretenerse con vosotros, estarán a su aire y no tendrán tiempo de cansarse dada la corta duración de la sesión.
El resultado será unas fotos de vuestro verano para el recuerdo, divertidas y sin una gota de lluvia.
Unos días tras la sesión, os enviaré un link con vuestra galería de fotos para que elijáis vuestras 8 fotografías favoritas.
Os las podréis descargar mediante un link de descarga, en calidad de alta resolución para que podáis las imprimir en el formato que os apetezcan.
Lo habitual es que cuesten 150 euros, pero el precio de las sesiones mini este año será de 80 euros hasta 4 personas. 20 euros por persona si sois más.
Estas sesiones son como el chubasquero que metes en la maleta por si acaso, pero sin ocupar espacio
Ya puede diluviar, granizar o salir el sol por Antequera, que si tú reservas esta sesión tendrás fotos del verano. Y lo mejor de todo es que no tienes que enrollarlas en la maleta, ni aplastarlas bajo tu peso para poder cerrarla.
Te las llevas cómodamente online. Como una reina.
Lo mejor es que, al tenerlas en formato digital, podráscompartirlas con el resto de la familia de forma sencilla. Pero si quieres imprimirlas para ponerlas en casa, al estar en alta resolución quedarán estupendas.
Cantabria es bonita siempre, haga el tiempo que haga. Pero si nos visitas este verano y deseas tener un recuerdo de tus vacaciones, espero que estas sesiones mini te faciliten la idea.
Empieza la semana y me he levantado con un estado de ánimo un poco gris. ¡No todos los días son fiesta!
Las típicas mañanas de lunes con prisas, con «espabila que hay que ir al cole», con rutinas que son ya parte de la familia. Y para rematar, el día amaneció gris y con llovizna.
Me he puesto un poco drama, lo sé. Pero no te preocupes, te prometo que el post acaba con final feliz 😀
Muy mujer
Ya sabes que mi trabajo está evolucionando de cierta manera. El cambio forma parte de mí (de todas en realidad), y aunque a veces es un rollo sentirte en una mudanza constante que nunca termina, también tengo que decir que es mi combustible diario. El cambio me alimenta, me da energía y me impulsa todo el rato hacia delante.
Y este fin de semana he estado pensando en mi cambio personal-laboral. Ahora tengo ganas de fotografiarte a ti, mujer que me lees. Pero la realidad es que siempre fuiste tú.
Primero como madre, seguramente porque era también el momento en el que me encontraba. La cámara me cayó en las manos cuando el Señor Bajito tenía año y medio, lo fotografié a él hasta la saciedad. Pero también a mí, madre del Señor Bajito.
Ahora he encontrado mi espacio personal, como la mujer que fui y que soy. Ese que en días como hoy me mantiene a salvo de los grises, y me deja ver el rayo que esconden las nubes. El que me mantiene firme con los pies en la tierra.
Y ahora quiero fotografiarte a ti, porque también te mereces tu propio espacio. Estoy empeñada en que tengas más fotos tuyas y que no sean cualquier tipo de foto.
Quiero darte poder a través de la fotografías, que salgas de tu escondite y florezcas. Quiero que te veas en una foto y te gustes. Que te sientas bien contigo misma.
Y si pienso un poco más, me doy cuenta de que ya llevo mucho tiempo escribiendo sobre salir en las fotos, ¿te acuerdas? Hoy te quiero dejar algunos post que hicieron mención a ello de forma especial.
Mira, sinceramente me acabo de dar cuenta de que en breve llega el día de la madre. Para mí mayo es especial, pero no por este día que me parece tan poco auténtico como San Valentín. Es especial porque cumplo años, celebro la vida, la mía. Y este año creo que será más especial que otros, porque por primera vez me siento tal y como quería. Y eso es mucho celebrar, ¿no crees?
Pero a veces pienso que no tenemos que esperar a que lleguen el día de la madre, o nuestro cumple, o el aniversario de nuestra boda.
Durante nuestra vida suceden millones de momentos triviales que nos hacen infinitamente más felices que esas celebraciones de calendario. Y los dejamos pasar sin hacer ni una sola fotografía. En cambio, ponemos toda la carne en el asador cuando se trata de un evento, por el simple hecho de que lo es.
Nos merecemos un regalo porque sí. Porque nos apetece, porque en días tristones como el de hoy, el cariño y el amor nos devuelven ese rayito tras las nubes.
Deja de esperar sentada a que ese cariño y ese amor te lleguen de fuera, y empieza a reclamarlo desde dentro. Nosotras también podemos querernos así de bien y así de bonito.
¿Qué te hace feliz?
Seguramente en más de una ocasión, y por distintos motivos, te has parado a pensar alguna vez en esa gran pregunta. Parece más sencilla de lo que es.
La recupero para ti porque vamos tan deprisa por la vida, con esas rutinas, con las inercias diarias, que no tenemos un segundo para nosotras, para reflexionar.
Cierra los ojos y piensa, ¿qué te hace feliz? La risa de tus hijos, el abrazo de tu familia, pasear por la playa descalza, ponerte música bonita y mirar por la ventana, leer un libro, bromear con las amigas…
¿No son esos los momentos de la vida, y no otros, los que de verdad merece la pena recordar?
Así que, coge tu cámara y empieza a fotografiarlos. Que no se te olvide salir en las fotos…
Y si prefieres que sea alguien quien se encargue de hacer el trabajo, puedes contar conmigo.
Pongo mi cámara a tu disposición para atrapar los detalles que te emocionan, y para que te sirva de medio de liberación. ¿Cómo? Demostrándote lo hermosa que eres, haciendo que te sorprendas de tu belleza, y capturando los detalles que a veces se nos escapan y que son los que relatan tus vínculos con lo que te rodea.
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